"No puede ver el mar la
solitaria y melancólica Castilla. Está muy lejos el mar de estas campiñas
llanas, rasas, yermas, polvorientas; de estos barrancales pedregosos; de estos
terrazgos rojizos, en que los aluviones torrenciales han abierto hondas mellas;
mansos alcores y terreros, desde donde se divisa un caminito que va en zigzag
hasta un riachuelo.
Las auras marinas no
llegan hasta esos poblados pardos de casuchas deleznables, que tienen un
bosquecillo de chopos junto al ejido. Desde la ventana de este sobrado, en lo
alto de la casa, no se ve la extensión azul y vagarosa; se columbra allá en una
colina con los cipreses rígidos, negros, a los lados, que destacan sobre el
cielo límpido. A esta olmeda que se abre a la salida de la vieja ciudad no
llega el rumor rítmico y ronco del oleaje; llega en el silencio de la mañana,
en la paz azul del mediodía, el cacareo metálico, largo, de un gallo, el
golpear sobre el yunque de una herrería.
Estos labriegos secos, de
faces polvorientas, cetrinas, no contemplan el mar; ven la llanada de las
mieses, miran sin verla la largura monótona de los surcos en los bancales.
Estas viejecitas de luto, con sus manos pajizas, sarmentosas, no encienden
cuando llega el crepúsculo una luz ante la imagen de una Virgen que vela por
los que salen en las barcas; van por las callejas pinas y tortuosas a las
novenas, miran al cielo en los días borrascosos y piden, juntando sus manos, no
que se aplaquen las olas, sino que las nubes no despidan granizos asoladores. " Castilla (Fragmento)
Tenía Andrés cierta ilusión por el nuevo curso, iba a estudiar Fisiología y creía que el estudio de las funciones de la vida le interesaría tanto o más que una novela; pero se engañó, no fue así.
Primeramente el libro de texto
era un libro estúpido, hecho con recortes de obras francesas y escrito sin
claridad y sin entusiasmo, leyéndolo no se podía formar una idea clara del
mecanismo de la vida [..] Luego, el catedrático era hombre sin ninguna
afición a lo que explicaba [..]
Era imposible que con aquel
texto y aquel profesor llegara nadie a sentir el deseo de penetrar en la
ciencia de la vida. [..] Hurtado tuvo una verdadera decepción.
Era indispensable tomar la Fisiología como todo lo demás, sin
entusiasmo, como uno de los obstáculos que salvar para concluir la
carrera". El árbol de la
ciencia.
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