Conseguir que la novela que escribas tenga un buen inicio es importantísimo, ya que si interesa al lector se generará el deseo de seguir
leyendo, provocando que nos quedemos irremediablemente atrapados en las páginas
del libro. A veces, el título de la obra, su inicio y su final pueden ser más
complicados que el desarrollo de la propia novela. Quiero compartir contigo mis
inicios favoritos:
“Muchos años después, frente al
pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella
tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo” (Cien años de soledad
de García Márquez). Impresionante inicio que conecta el futuro con el
pasado del personaje en el momento trágico en el que el que va a ser fusilado.
“El día en que lo iban a matar, Santiago Nasar se levantó a las 5.30 de
la mañana para esperar el buque en que llegaba el obispo” (Crónica de una
muerte anunciada de García Márquez). En esta novela desde la primera línea
sabemos que el protagonista va a ser asesinado, pero los lectores –cómo muy
bien ha explicado el propio Márquez- tienen interés por saber cómo lo mataron,
quién le mató y por qué lo hicieron.
“Una mañana, al despertar de un sueño intranquilo, Gregorio Samsa se
encontró en la cama transformado en
insecto monstruoso” (La metamorfosis de Kafka). Impactante este inicio, a mí siempre me sobrecoge porque me
pongo en el lugar de Samsa y pienso… ¿Cómo me sentiría si una mañana me
despertara siendo un insecto monstruoso?”
“ ¡Es cierto! Siempre he sido nervioso, muy nervioso, terriblemente
nervioso. ¿Pero por qué afirman ustedes que estoy loco? La enfermedad había
agudizado mis sentidos, en vez de destruirlos o embotarlos. Y mi oído era el
más agudo de todos. Oía todo lo que puede oírse en la tierra y en el cielo.
Muchas cosas oí en el infierno. ¿Cómo puedo estar loco, entonces? Escuchen... y
observen con cuánta cordura, con cuánta tranquilidad les cuento mi historia”.(El corazón delator de Edgar Allan Poe).
Los inicios de Poe siempre consiguen inquietarme, crear un malestar interior,
un sentimiento de angustia y vulnerabilidad.
“En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha
mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua,
rocín flaco y galgo corredor.” (Don Quijote de la Mancha, Miguel de
Cervantes). Celebérrimo inicio de la
gran novela de Cervantes que caracteriza al hidalgo y su entorno con gran
maestría.
Son todos muy conocidos, ¿verdad?¿Qué te
parecen?¿Cuál es tu inicio favorito?
Se podrían poner muchísimos otros
ejemplos, pero como ves todos tienen en común el suscitar el interés del
lector. Luego viene el trabajo más arduo, ¿cómo escribir el desarrollo de la historia? Difícil empresa, ¿verdad? Es aconsejable trazar “un plan de ataque”, pensar en el punto de
vista o puntos de vista que vas a adoptar (primera, segunda o tercera persona,
tipo de narrador…), las técnicas narrativas (analepsis, prolepsis, monólogo
interior, perspectivas múltiples, discurso lineal o fragmentario…), niveles de
lengua que vas a utilizar (culto, vulgar, estándar…) O tal vez no haya que plantearse todo esto. No te preocupes, si tienes madera de escritor no
necesitarás conocer aburridos conceptos técnicos, te saldrá solo, de forma
natural. Seguramente en tu cabeza pululen ahora muchas ideas relacionadas con
la trama… apúntalas que no se escapen, luego encontrarán su lugar en tu
narración, si tienen que encontrarlo.
Hay escritores que tienen muy
claro desde el principio lo que van a escribir y cómo lo van a escribir. Sin
embargo, hay otros que consideran que la novela fluye sin necesidad de un plan
previo. De este último parecer era Miguel de Unamuno, escritor bilbaíno que
decía que había que escribir la novela sin plan previo, “a lo que salga”, pues
la novela es como la vida, se va haciendo según se vive. Yo creo que es
importante tener unas directrices básicas de qué queremos decir, a dónde
queremos ir, pero muchas ideas irán surgiendo según vayas escribiendo. ¡Ten
cuidado!, porque a veces las historias y los personajes pueden cobrar vida
independiente de su creador cómo le pasó a Unamuno con su personaje: Augusto
Pérez.
Ya irás viendo cómo va tu
creación: tempo lento o rápido, meditada o “a lo que surja” (o una combinación
de ambos) o si terminarás haciéndote con las riendas de tu obra o tu obra se
apoderará de ti… En todo caso, sigue siempre. En la perseverancia y el trabajo se encuentra el éxito.
El desarrollo de la obra te llevará a un desenlace. Seguramente ni tú mismo sabes cómo va a terminar, pero según vayas
avanzando en la trama se te irán ocurriendo las últimas líneas de tu novela (o
tal vez ya las tengas pensadas, quién sabe).
Sobre todo, a mí me desencantan los finales forzados o precipitados, no
cuajan, me resultan inauténticos. El desenlace debe llegar de forma natural,
que tenga sentido tras la lectura de las páginas anteriores. Puede ser abierto
o cerrado, triste o alegre, que incite a la reflexión o la incertidumbre… pero
debe ser un final logrado, que nos convenza y que nos llene (o que nos deje
vacíos).