miércoles, 13 de octubre de 2021

LOS VIAJES DE GULLIVER DE Jonathan Swift

    
¿Te gustaría compartir apasionantes aventuras con el capitán Gulliver?¿Visitar fabulosos países como Liliput o Brobdingnag poblados por seres diminutos o gigantes? ¿Desembarcar en una isla voladora de sabios ridículos?¿Conocer mejor a los seres humanos? No te pierdas la apasionante historia de Jonathan Swift, Los viajes de Gulliver.
 

Primera parte: viaje a Liliput 

“Por mi parte nadé a la buena de Dios, empujado por el viento y la marea. Repetidas veces traté de hacer pie sin poder tocar fondo, pero, cuando ya me encontraba a punto de desfallecer e incapaz de cualquier otro esfuerzo, me encontré con que el agua no me cubría; para entonces el temporal había amainado un tanto (…)

  Caminé luego una media milla hacia el interior sin descubrir señal alguna de casas o habitantes, aunque quizá debido a lo débil que me encontraba ni noté su presencia.  Estaba sumamente cansado, lo que, con el calor reinante y el casi cuartillo de coñac que bebiera al abandonar el barco, hizo que me sintiera con hartas ganas de dormir. Me eché sobre la hierba que era muy corta y suave y dormí tan profundamente como no recuerdo haberlo hecho en mi vida, durante más de nueve horas, según calculé, pues amanecía cuando desperté. Fui a levantarme, pero no pude moverme: tendido como estaba de espaldas, descubrí que tenía los brazos y las piernas firmemente sujetos al suelo por ambos lados, y el pelo, largo y espeso, atado de la misma manera. 

Además sentía unas tenues ligaduras de lado a lado del cuerpo desde los sobacos hasta los muslos. Lo único que podía hacer era mirar hacia arriba; el sol comenzaba a calentar y la luz me hería la vista. Podía oír un ruido confuso a mi alrededor, pero en la postura en que estaba no podía ver otra cosa que el cielo. A poco sentí que algo se movía sobre mi pierna izquierda y que, avanzando blandamente sobre el pecho, me llegaba hasta cerca de la barbilla; dirigiendo los ojos hacia abajo cuanto pude, observé que se trataba de un ser humano de menos de quince centímetros que traía en las manos un arco con flecha y una aljaba en la espalda. Al mismo tiempo sentí que al menos otros cuarenta de la misma especie, según supuse, venían tras el primero. Mi asombro fue mayúsculo y solté un rugido tan fuerte que todos ellos echaron a correr despavoridos, lastimándose algunos, como después se me dijo, en las caídas que sufrieron al saltar desde mis costados al suelo”.

 ¿QUÉ HARÁN ESOS HOMBRECILLOS DE QUINCE CENTÍMETROS CON GULLIVER?

 

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