Ramón María del Valle-Inclán es el creador de la farsa infantil, La cabeza del dragón, estrenada en Madrid el 5 de marzo de 1909 en el Teatro de los Niños. Fue Valle-Inclán un escritor muy original. Su peculiar aspecto, su marcada personalidad y las anécdotas que se le atribuyen le convirtieron en un personaje extravagante y misterioso. Llamaba la atención por su atuendo y sus largas barbas y melenas. Conocida es también aquella pelea a bastonazos que tuvo con un amigo suyo y que le costó perder su brazo izquierdo.
Nacido en Villanova de Arosa (Pontevedra) en 1866, fue en su niñez un niño "orgulloso, travieso, camorrista, soñador y desaplicado" como él mismo explicó. No tuvo mucho interés por los estudios y prefería dedicar su tiempo a la lectura, a la que se entregaba con devoción. Aunque se matriculó en Derecho en la Universidad de Santiago, no terminó la carrera. Colaboró allí en diferentes periódicos locales que compaginaba con sus numerosas aficiones: jugar a las cartas, montar a caballo o practicar esgrima.Valle-Inclán fue un escritor prolífico que cultivó los más variados géneros: teatro, novela, cuento, poesía, ensayo... Tuvo predilección por el teatro, en el que fue un auténtico innovador, no sujetándose a las modas burguesas del momento y ofreciendo una forma nueva de hacer teatro: el esperpento.
En la obra de La cabeza del dragón combina rasgos infantiles con otros más cercanos a la mentalidad adulta. Del mundo infantil conserva el aura del cuento maravilloso tradicional con personajes y escenarios fantásticos y temática aventurera y romántica y del mundo de los adultos la obra ofrece una crítica de la sociedad de la época con los recursos de la ironía mordaz y la caricatura.
El estilo de la obra es una mezcla de lenguaje culto y popular y es frecuente encontrar rasgos esperpénticos como la deformación de la realidad, los contrastes para mostrar lo absurdo, la verosimilitud de un mundo irreal, la ironía, la animalización y cosificación…
Alabada por la crítica teatral, no obtuvo éxito del público. Sin embargo, como decía el crítico José de Laserna, "La cabeza del dragón pasará a las antologías de nuestro teatro de la infancia y será uno de los más preclaros blasones del noble escudo literario de su autor".
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